domingo, mayo 14, 2006

Madre hay una sola ¿Quién quiere más que una?


El domingo se celebra en USA el día de la madre, podría haber entrado a Internet y chequear en que otros países también se festeja, pero me dio fiaca y no le encuentro mayor sentido. De buena fuente me enteré que en México el 10 de mayo se agasaja a las mamás, me parece mejor, un día fijo, no un domingo que, para colmo, ni siquiera venden medialunas calentitas acá a la vuelta para despertar a mi señora con un buen desayuno. Y bueh, haré unas tostaditas, café y juguito y le llevaremos el escueto desayuno quizás con un ramo de flores a la cama. Eso sí, mi hija querrá hacerlo a las 7AM, por lo que deberé sujetarla con todos mis recursos (TV) hasta que la hora me parezca lógica.
Pero hoy no voy a escribir sobre mi mujer, lo ideal sería que la hija lo hiciera, pero últimamente no anda mucho por su blog y cuando se decide escribe sobre animales.

Para estas fechas la frase típica es “todos los días deberían ser el día de la madre” está bien, pero tampoco es para hacer un “tango” de una actividad tan común entre las mujeres del mundo. También he escuchado “A mi madre le debo tanto...” No!! ¡No le debés tanto!, ella te trajo al mundo y era su responsabilidad cuidarte (junto con tu padre si existiera) hasta que lo pudieras hacer solo o sola. Cuando tengas hijos vas a ver que nunca se te pasará por la cabeza cobrarle los desvelos, los caprichos, la falta de intimidad, los gastos de la academia de música, gimnasia, colegios o las galletitas Oreo.
No sentirás que tu hijo está en deuda contigo porque los hijos tienen de sus padres la incondicionalidad y por eso no importa si son drogadictos, de malos hábitos, peleadores, malos estudiantes, consiguieron pareja de su mismo sexo, etc.; el amor de sus padres siempre lo tendrán.
A veces me pregunto si extraño a mi madre, me respondo que sería lindo conversar un rato.

Mi madre es un personaje bastante particular y no existe un patrón para catalogarla pues entra en demasiados, o lo que es peor, me parece que no calza en ninguno.
Para empezar nomás, es madre de 6 hijos, 4 de los cuales nacieron entre el 70 y el 73. Cuando éramos niños se le ocurrió hacernos una broma que duró varios meses. No sentó a los cuatro a su alrededor y nos dijo compungida: “chicos, tienen una madre que pone huevos” Imagínense nuestro horror ante ese hecho, no queríamos que nadie lo supiera porque nos daba una vergüenza terrible. Así fue que durante muchísimo tiempo mi padre le llevaba un huevo a la cama a la madrugada y cada mañana nos mostraba el huevo que había puesto. Yo tenía 5 años y rezaba para que nadie se enterara. Un día muy feliz para todos nos comunicó que ya no ponía más huevos; fue un gran alivio para sus crías.
Su método de educación fue siempre el libre albedrío, no estuvo mal aunque muchas veces lo sentí como un gesto de despreocupación, la jugada le salió bien y hoy anda por la vida rodeada de nietos, yernos, nueras y familias políticas.
Hasta donde llegan mis recuerdos siempre ha tenido un libro en sus manos, su biblioteca era grandísima, pero como es desprendida regala libros a quien lo solicite.
Su entusiasmo no tiene límites, es capaz de considerar digna del premio Nóbel cualquier actividad. Desde la extracción de piedra caliza hasta la conjunción de elementos geométricos sobre un plano inclinado. Si alguien quiere sentir que lo que hace vale la pena, le doy el teléfono, se lo cuenta a mi madre y ella logrará que se incremente su amor (o disminuya su odio) por lo que esté haciendo de su vida.
Es una “artesana de brocha gruesa” y su color preferido es el verde, cuando está inmersa en sus actividades manuales, ese color se asienta en sus manos, ropa, el perro y en cualquiera que circule a menos de 10 metros de ella. Pinta todo, un sillón de cuero, una mesa, sillas, marcos de cuadros, bicicletas, el lavarropas. Su casa es verde al igual que los bigotes de mi padre.
También se ha dedicado más de una vez a la “arquitectura de brocha gorda” y ha conseguido desvalorizar propiedades hasta el 50 %. Nuestra casa de Santa Fe por ejemplo, cuando quedó deshabitada, en lugar de alquilarla completa le cortó un pedazo y la dejó para uso personal. Edificó paredes, cerró otras, agregó ventanas, sacó puertas. Una noche fui a dormir ahí luego de varios años, al despertarme miré hacia arriba y el sol me castigaba, observé mejor y lo que ocurría es que sin darme cuenta estaba durmiendo en un pedazo de lo que había sido patio y ahora estaba semicubierto, de haber llovido esa noche me habría empapado. Pero ella resurge como el ave Fénix y siempre hay un nuevo departamento en sus manos que modificar, mi padre la deja hacer y se divierte con sus ideas quizás demasiado modernas.
Mi madre es una gran relatora de historias, su memoria abarca situaciones vividas y no vividas y se le escapan exageraciones muchas veces risibles. Pero es un libro abierto, puede hablar, lo he cronometrado, dos horas sin detenerse ni cambiar de historia y luego dos horas más con la historia siguiente. En general son anécdotas o situaciones ajenas que ha recopilado en charlas misceláneas, pero siempre son entretenidas.
Hace siete meses vino de visita a Nueva York. Yo ya no recordaba la última vez que habíamos pasado juntos tanto tiempo y mi hija la exprimió sacándole miles de historias y escuchándola con atención. Hoy día, mi hija me cuenta historias de mi familia que le contó su abuela y yo desconocía.
No quiero hacer esto mas largo, ya lo es bastante, pero al estar cercano el día de las madre, y leyendo tanto escrito al respecto, considero que mi adorada madre justificaba este manojo de palabras, que seguramente nunca llegue a leer porque no se acerca mucho a las computadoras. Incluso en su visita le di clases de Internet y e’mail, se fue muy entusiasmada y dispuesta a utilizar este nuevo canal de comunicación. Nunca recibí un mail de su parte, hace poco entré a su casilla, tenía 35 mensajes sin leer, 8 eran míos.

Cruz Joaquín Saubidet®





1 comentario:

Rubiamalarreada dijo...

Mas cuentos! más detalle! Vos la conocés a través de Amparo, yo de vos.