En un pequeño pueblo del norte de Estados Unidos vivía Melany, una jovencita muy pero muy bonita.
Criada en el seno de una familia de arraigadas costumbres religiosas y republicanas, había pasado la adolescencia con una idea en la cabeza: mantener su virginidad hasta el matrimonio.
Tenía un novio, Mark, que como muchos jóvenes del pueblo comulgaba con esa idea, por ello la relación nunca vivió discusiones por ese carnal motivo. Así y todo, nada les impedía vivir momentos fogosos, y vaya que los vivían, lo único que procuraban era mantener intacto el himen de ella.
Pasó el tiempo y llegó el ansiado día de la boda, la fiesta fue espectacular y la noche de bodas justificó toda la espera. Durante dos días con sus noches no salieron del hotel bostoniano desde donde partirían hacia la luna de miel en Bahamas.
Todo fue maravilloso, volvieron del caribe, se instalaron en una bonita casa con jardín y se reencontraron con familia y amigos ansiosos de historias.
Pero una noche, mientras Melany se movía encima del marido y una sonrisa en las caras anunciaba un pronto desenlace, Mark sintió un dolor en el pecho, sus gestos no alarmaron a Melany pues su esposo solía hacer pantomimas cómicas mientras le susurraba que un día lo mataría de amor, y siguió subiendo y bajando al ritmo que el cuerpo le pedía.
Los ojos de Mark ya no se abrieron, estaba muerto.
Desesperada, Melany llamó a Carol, su mejor amiga que llegó a su casa en menos de cinco minutos. Carol era la más experimentada del grupo de amistades de Melany y cuando miró a Mark boca arriba, desnudo, muerto y erecto aun se le ocurrió una idea que cambiaría el rumbo de los acontecimientos.
-¿Que es lo que más disfrutaste de tu corto matrimonio?
-Sin duda alguna, del sexo.
-¿Quieres seguir teniéndolo?
-Sí, sí, decía Mélany entre sollozos.
Carol cubrió de cera el miembro de Mark y consiguió un molde exacto.
Llegó la ambulancia, se llevó el cuerpo, luego el funeral, los llantos y el regreso a la soledad del hogar apenas estrenado.
Ese mismo día llegó Carol con una bolsa en sus manos, dentro de ella había un regalo para Melany, una réplica exacta del pene erecto de su esposo.
Esa misma noche el regalo fue estrenado, pero no lograba Melany imaginarse a su esposo y por ende no conseguía satisfacerse. Al día siguiente llamó a Carol y juntas resolvieron el problema, armaron un muñeco con las ropas de Mark y colocaron la replica peneana en el lugar correspondiente. Como resultaba incómodo movilizar el muñeco, decidieron instalarlo en un galponcito del jardín, sobre una alfombra.
Así fue como Melany consiguió sus primeras sonrisas de su pronta viudez. Cada tarde entraba al galponcito y disfrutaba de la réplica de su marido.
Pasó un tiempo hasta que Robert, el vecino de al lado que insistía en salir con Melany y era rechazado una y otra vez empezó a sospechar del galponcito. Por fin una mañana se animó a entrar a investigar y, al encontrar el muñeco pergeño la posibilidad de disfrutar él del precioso cuerpo de Melany.
Durante semanas cronometró horarios hasta conseguir un patrón casi exacto de las entradas y salidas de la viuda del galponcito.
Un jueves de otoño llegó el momento, media hora antes de la llegada de la mujer, entró al galpón, se vistió con las ropas de Mark y ansioso y excitado esperó la llegada de la mujer de sus desvelos.
Ella llegó, pero como acelerada. Se agachó y tomó el pene (de Robert) y tiró hacia arriba, Robert mantenía la respiración a pesar de la presión que ejercía la mano de Melany.
Ella se levantó, buscó algo y volvió. Tomando el pene con la mano derecha, posó el filo en la base y lo cortó de un solo movimiento diciendo: “Mi amor, nos mudamos”
Cruz Joaquín Saubidet®
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